En invierno, vistos desde la carretera, los castaños, desnudos de hojas, dan una impresión inquietante, tenebrosa, de película de terror. Al acercarme la sensación fue si cabe peor. Las grandes cicatrices que asoman en sus troncos a causa de las podas periódicas a las que son sometidos, les confieren el aspecto de un lisiado, de un tullido. Un árbol, que de no ser por esa poda drástica alcanzaría un gran porte, parece que se retuerza sobre su piel deseando crecer y agrandarse.
Pincha sobre la foto para ver en grande y pasarlas. Prohibida la reproducción. © Iñigo Iturri
martes, 22 de octubre de 2013
lunes, 9 de septiembre de 2013
jueves, 23 de mayo de 2013
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